“¡No sé lo que quiero, pero lo quiero ya! Si yo fuera tu esclavo te pediría más” reza un tema de Sumo y casi que en 1987 Luca Prodan se vestía de profeta para cantar lo que décadas más tarde sería la esencia misma del Q-Commerce (o Quick Commerce, que como su nombre lo indica, en castellano sería comercio rápido). Es la última tendencia del comercio electrónico, y se destaca por llevar al extremo dos factores relacionados con la venta online: la velocidad y la comodidad en la entrega del pedido.
La pandemia desatada por el virus Covid-19 aceleró significativamente el desarrollo y crecimiento del comercio electrónico. La masificación de las entregas trajo nuevos perfiles de consumidores, nuevos hábitos y exigencias, donde los usuarios buscan resolver todo lo antes posible y los requisitos como la rapidez en la entrega son altos. Hoy en día, el Q-Commerce es más que un concepto, dado que tiene una demanda creciente en todo el mundo.

En Argentina, por ejemplo, MercadoLibre ofrece hace tiempo un amplio catálogo de productos que llegan durante la jornada que se efectuó la compra, y en los últimos meses Rappi desarrolló su variante Turbo en donde se puede conseguir hasta una palta en tiempo record. Con la llegada del q-commerce, las entregas han pasado de ser rápidas a ultrarrápidas: los pedidos se preparan, se envían y se entregan en cuestión de horas o incluso minutos.
El factor clave del Q-Commerce
Para llevar a cabo este tipo de entregas en un periodo de tiempo tan corto, la logística se convierte en un elemento vital. Las empresas disponen de centros logísticos o “dark stores” (depósitos destinados exclusivamente a las compras online, sin atención al público) ubicados en distintas áreas urbanas, con el fin de cubrir la demanda de pedidos. Esta evolución del comercio electrónico es fácil de extender en grandes ciudades, pero supone un reto a la hora de operar en localidades más pequeñas o en zonas rurales.
Hay sectores que llevan tiempo implementando este nuevo modelo. Los más habituales son los que comercializan bienes o productos de primera necesidad o de consumo inmediato a través de internet, dirigidos a un público cercano. Si bien fue un modelo pensado para productos de alimentación, limpieza, o cuidado personal, la nueva normalidad trajo otras necesidades y durante el aislamiento también fue furor la venta de material de oficina o los dispositivos electrónicos.
Diferencias de esta evolución comercial

Las particularidades del Q-Commerce quedan más claras cuando se comparan con las del e-commerce: En este último, si bien se ofrece una gran variedad de productos alojados en depósitos centrales, su entrega puede demorar varios días y se realiza habitualmente en camiones de reparto; mientras que en la versión rápida el stock de productos se reduce a una selección particular en centros estratégicos, y se entregan en minutos, mayormente en vehículos de dos ruedas que se mueven con más facilidad en territorios con mucho tráfico.
Además de estas diferencias, también podría añadirse que en el q-commerce las compras pueden ser más improvisadas, lo que implica un volumen menor en cantidad de productos como en el costo del mismo. En cambio, en el e-commerce, al haber un mayor tiempo de envío, la compra tiende a ser más elaborada. Por tanto, implica un gasto promedio mayor por operación y también puede ser más diversa.