¿QUÉ ES EL BURNOUT Y CÓMO PREVENIRLO?

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El burnout o síndrome del quemado es un trastorno psicológico que se produce por un estrés laboral crónico y que afecta a la salud física y mental de las personas. Se caracteriza por un estado de agotamiento emocional, una actitud distante frente al trabajo y una sensación de ineficacia o falta de realización personal.

El burnout puede tener consecuencias negativas tanto para el trabajador como para la organización, ya que puede generar baja motivación, errores, absentismo, rotación, conflictos y deterioro de la calidad del servicio. En Pigmalion Software bregamos por el bienestar de nuestros talentos, y en este artículo abordaremos un tema clave en esta área. Te invitamos a leerlo, para conocer más al respecto, y saber cómo prevenirlo.

Origen del concepto

El término burnout fue acuñado por el psicoanalista Herbert Freudenberger en 1974, al observar en una clínica para toxicómanos en Nueva York cómo la mayoría de los voluntarios tenía una pérdida de energía progresiva hasta llegar al agotamiento, así como síntomas de ansiedad, depresión, desmotivación y agresividad hacia los pacientes al cabo de un año de estar trabajando.

Su descripción fue la siguiente: “Una sensación de fracaso y una experiencia agotadora que resulta de una sobrecarga por exigencias de energía, recursos personales o fuerza espiritual del trabajador”.

Freudenberger identificó 12 fases que conducen al burnout: necesidad excesiva de demostrar valía, dedicación intensificada al trabajo, descuido de las propias necesidades, rechazo a los problemas emergentes, revisión de valores, negación de los problemas, aislamiento social, comportamientos extraños, despersonalización, depresión interior vacía y colapso físico o mental.

En 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el burnout como un riesgo laboral y lo incluyó en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Conexos (CIE-11), cuya entrada en vigor se ha fijado para el 1 de enero de 2022.

Según la OMS, el burnout se refiere específicamente a un fenómeno relacionado con el ámbito laboral y no debe aplicarse a otras áreas de la vida. Además, establece tres signos principales para diagnosticarlo: sensación de cansancio o agotamiento de la energía; aumento del desapego mental hacia el propio trabajo o sentimientos de negativismo relacionados con el mismo; y reducción de la eficacia profesional.

Síntomas del burnout

El burnout se manifiesta con una serie de síntomas físicos, emocionales y conductuales que pueden variar según la persona y el contexto. Algunos de los más comunes son :

  • Cansancio o agotamiento físico y mental: la persona se siente sin fuerzas para afrontar su trabajo y experimenta una falta de energía que le impide rendir adecuadamente. Puede tener dificultades para levantarse por las mañanas o sentirse fatigada durante el día.
  • Desapego o indiferencia hacia el trabajo y las personas: la persona pierde el interés y la ilusión por su trabajo y adopta una actitud cínica o distante frente a sus tareas y sus objetivos. También puede mostrar una falta de empatía o sensibilidad hacia sus compañeros, jefes o clientes y evitar el contacto social.
  • Negativismo o cinismo frente a las tareas y los objetivos: la persona desarrolla una visión pesimista o crítica sobre su trabajo y siente que no tiene sentido o valor lo que hace. Puede tener pensamientos recurrentes de fracaso o inutilidad y sentirse frustrada o insatisfecha con sus resultados.
  • Baja autoestima o confianza en las propias capacidades: la persona pierde la confianza en sí misma y en sus habilidades para desempeñar su trabajo. Puede tener sentimientos de inferioridad o culpa y dudar constantemente de sus decisiones o acciones.
  • Frustración o insatisfacción con los resultados: la persona siente que no cumple con las expectativas que tiene sobre su trabajo o que no recibe el reconocimiento o la recompensa que merece por su esfuerzo. Puede sentirse decepcionada o desilusionada con su carrera profesional.
  • Irritabilidad o impaciencia con los compañeros, jefes o clientes: la persona se muestra más irritable o impaciente con las personas con las que se relaciona en el trabajo y puede tener conflictos o discusiones frecuentes. Puede expresar su malestar con sarcasmo, ironía o agresividad verbal.
  • Aislamiento o falta de apoyo social: la persona se aísla de sus compañeros, amigos o familiares y reduce su participación en actividades sociales o recreativas. Puede sentirse incomprendida o sola y no buscar ni ofrecer apoyo emocional.
  • Ansiedad o depresión: la persona experimenta síntomas de ansiedad o depresión como nerviosismo, angustia, tristeza, apatía, desesperanza o falta de motivación. Puede tener cambios bruscos de humor o llorar con facilidad.
  • Dificultad para concentrarse o tomar decisiones: la persona tiene problemas para mantener la atención o la memoria en su trabajo y comete errores u olvidos frecuentes. Puede tener dificultades para planificar, organizar o resolver problemas y sentirse bloqueada o indecisa.
  • Alteraciones del sueño o del apetito: la persona presenta cambios en sus hábitos de sueño o alimentación como insomnio, hipersomnia, anorexia o bulimia. Puede tener dificultades para conciliar el sueño o despertarse varias veces durante la noche. También puede comer más o menos de lo habitual o recurrir al alcohol u otras sustancias para aliviar su estrés.
  • Dolores de cabeza, musculares, digestivos u otros problemas físicos: la persona sufre dolores frecuentes u otros problemas físicos como migrañas, contracturas musculares, gastritis, úlceras, hipertensión, taquicardias o infecciones. Estos pueden ser el resultado de una mala alimentación, falta de ejercicio, consumo de sustancias o una baja respuesta inmunitaria.
Causas del burnout

El burnout es el resultado de una interacción entre factores personales y organizacionales que generan un desequilibrio entre las demandas y los recursos disponibles para afrontarlas. Algunas de las causas más frecuentes son:

  • Falta de control sobre el trabajo: la persona se siente impotente o incapaz de influir en las decisiones que afectan a su trabajo, como el horario, las tareas, la carga de trabajo o los recursos disponibles. Esto puede generar frustración, ansiedad o desmotivación.
  • Expectativas laborales poco claras o cambiantes: la persona no tiene claro cuáles son sus funciones, responsabilidades u objetivos en el trabajo o estos cambian con frecuencia sin previo aviso. Esto puede generar confusión, estrés o inseguridad.
  • Dinámica disfuncional en el lugar de trabajo: la persona se enfrenta a un ambiente laboral hostil o conflictivo, donde hay acoso, desautorización, interferencia, competencia desleal o falta de apoyo o respeto por parte de sus compañeros, jefes o clientes. Esto puede generar malestar, aislamiento o resentimiento.
  • Extremos de actividad: la persona se ve sometida a un ritmo de trabajo monótono o caótico, que le exige una atención constante y le impide desconectar o relajarse. Esto puede generar aburrimiento o agotamiento.
  • Falta de apoyo social o reconocimiento: la persona no recibe el apoyo emocional o instrumental que necesita por parte de sus compañeros, jefes o familiares para afrontar las dificultades o los retos del trabajo. Tampoco recibe el reconocimiento o la recompensa que merece por su esfuerzo o sus logros. Esto puede generar desánimo, desilusión o baja autoestima.
  • Falta de equilibrio entre la vida laboral y personal: la persona dedica demasiado tiempo y energía a su trabajo y descuida otras áreas importantes de su vida como la familia, los amigos, el ocio o el cuidado personal. Esto puede generar estrés, culpa o insatisfacción.
  • Rasgos de personalidad: la persona tiene ciertas características personales que le hacen más vulnerable al burnout como el perfeccionismo, el idealismo, el altruismo excesivo, la autoexigencia, la baja tolerancia a la frustración o la dificultad para poner límites. Estos rasgos pueden hacer que se implique demasiado en su trabajo y se sobrecargue de responsabilidades.
Buenas prácticas para prevenirlo

El burnout es un problema complejo que requiere una intervención multidimensional que involucre tanto a la persona como a la organización. Sin embargo, existen algunas buenas prácticas que pueden ayudar a prevenirlo o reducirlo :

  • Identificar y modificar las fuentes de estrés laboral: la persona debe analizar cuáles son los factores que le generan estrés en su trabajo y tratar de cambiarlos o adaptarse a ellos. Por ejemplo, negociar con su jefe un horario más flexible, solicitar más recursos o formación para realizar sus tareas o buscar soluciones a los conflictos con sus compañeros.
  • Establecer objetivos claros, realistas y alcanzables: la persona debe tener claro cuáles son sus funciones, responsabilidades y expectativas en el trabajo y fijarse metas que sean coherentes con sus capacidades y recursos. También debe evaluar sus progresos y celebrar sus logros.
  • Priorizar y organizar las tareas según su importancia y urgencia: la persona debe planificar su trabajo de forma eficiente y ordenada, teniendo en cuenta las prioridades y los plazos. Debe evitar el multitasking o hacer varias cosas a la vez y concentrarse en una sola tarea hasta terminarla. También debe delegar o pedir ayuda cuando sea necesario.
  • Aprender a decir no a las demandas excesivas o innecesarias: la persona debe saber poner límites a su trabajo y no aceptar más tareas de las que puede asumir. Debe comunicar con asertividad sus necesidades y derechos y rechazar aquellas peticiones que sean abusivas o irrelevantes.
  • Buscar feedback constructivo y reconocimiento por el trabajo bien hecho: la persona debe solicitar feedback regularmente a sus jefes o compañeros sobre su desempeño y valorar las críticas como oportunidades de mejora. También debe reconocer sus fortalezas y virtudes y buscar el reconocimiento externo por su trabajo.
  • Fomentar un clima laboral positivo y colaborativo: la persona debe establecer relaciones cordiales y respetuosas con sus compañeros, jefes y clientes y evitar los conflictos innecesarios. Debe buscar el apoyo y la cooperación de sus colegas y participar en actividades sociales o lúdicas con ellos.
  • Desarrollar habilidades de comunicación asertiva y resolución de conflictos: la persona debe expresar sus opiniones, sentimientos y necesidades de forma clara, directa y respetuosa, sin agredir ni someterse a los demás. Debe escuchar activamente a los otros y buscar soluciones que satisfagan a ambas partes.
  • Cuidar la salud física y mental: la persona debe adoptar hábitos de vida saludables que le ayuden a prevenir o aliviar el estrés, como una alimentación equilibrada, ejercicio regular y descanso adecuado. Debe evitar el consumo de alcohol, tabaco u otras sustancias que puedan afectar su salud o su rendimiento. También debe practicar técnicas de relajación o mindfulness para reducir la tensión y aumentar el bienestar.
  • Dedicar tiempo a actividades placenteras o significativas fuera del trabajo: la persona debe buscar un equilibrio entre su vida laboral y personal y dedicar tiempo a otras áreas importantes de su vida como la familia, los amigos, el ocio o el cuidado personal. Debe realizar actividades que le gusten, le diviertan o le aporten sentido y valor a su vida.
  • Buscar apoyo profesional si los síntomas persisten o se agravan: la persona debe consultar con un médico o un psicólogo si el burnout le provoca problemas de salud física o mental que interfieren con su funcionamiento normal. Un profesional podrá evaluar su situación, ofrecerle un diagnóstico adecuado y proponerle un tratamiento personalizado.
La conclusión del tecno escultor
El burnout es un trastorno cada vez más frecuente en el mundo laboral que puede tener graves consecuencias para la salud y el bienestar de las personas. Por ello, es importante detectarlo a tiempo y tomar medidas para prevenirlo o combatirlo. Así se podrá mejorar la calidad de vida y la eficacia profesional.
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