LAS VENTAJAS DEL TELETRABAJO EN EL NACIMIENTO DE TU PRIMER SOBRINO

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¿Se acuerdan de mi? Soy Nicolás Rocha, y hace unos meses me desempeño como Programador para Pigmalion Software, mayormente a distancia. Trabajo remoto, tele-trabajo, Home Office. No importa cómo lo llames. Hasta hace unos días, podía decir que me gustaba -incluso se podría decir que me encantaba-. Hoy, eso ya no es suficiente para describirlo. Hoy lo considero particularmente indispensable, una modalidad de trabajo sin la cual mi vida no sería igual.
¿Qué pasó hace unos días? ¿Qué cambió de un día para el otro?

La respuesta es sencilla, pero a la vez compleja. Porque lo que pasó es algo simple, cotidiano y que la mayor parte de la gente tiene la suerte de vivir a lo largo de su vida: nació mi primer sobrino, un varoncito hermoso de 3,600 kg con los cachetes de la madre -mi hermana- y los ojos del padre, ese chico que al principio era simplemente “el novio de mi hermana”, y que hoy considero un miembro importante de mi familia.

Teletrabajo
Imagen inmortal de la primera vez que tuve a mi sobrino Lisandro en brazos.

Pero la forma en la que esto me afectó a nivel personal, tomando en consideración las posibilidades que me brinda el Home Office, es muy profunda. Empecé ese día trabajando desde la universidad, como suelo hacer; completando una tarea tras otra mientras disfrutaba de mi playlist favorita; lo usual. Pasado el mediodía, llegó el tan esperado mensaje al grupo de WhatsApp de mi familia: mi hermana avisando que está por entrar a la sala de parto, que Lisandro estaba a punto de llegar.

“Chicos, voy a usar mi hora de descanso para viajar a la clínica. ¡Estoy por ser tío!”, avisé en el grupo de Discord del proyecto donde trabajo actualmente. Ese mensaje, que en cualquier otra etapa de mi vida, en mis trabajos previos, no me hubiera atrevido a mandar por miedo a la reacción de mis superiores o compañeros, recibió respuesta inmediata: mensajes felicitándome y deseándonos lo mejor a mi y a mi familia.

Guardé las cosas, subí al auto y viajé a la clínica. Para cuando llegué, el bebé ya había nacido y mi hermana estaba nuevamente en su habitación. Continué mi trabajo desde la sala de espera del ala de maternidad y a las 5 en punto de la tarde, pude ser una de las primeras personas en conocer al bebé, sostenerlo en mis manos y susurrarle cuánto lo ama su tío.

“Gracias por venir”, dijo mi hermana intentando no llorar.

“No me lo perdería por nada”, contesté.

Pero esa última afirmación no era del todo cierta; de no ser por la posibilidad que me da el trabajo remoto, me lo hubiera perdido. Hoy mas que nunca pude llegar a entender el valor de que me permitan trabajar a distancia, de tener compañeros comprensivos y líderes que nos ven como personas, y no como máquinas que tienen que operar 8 horas seguidas para ser productivas.

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